Probablemente hayas oído hablar de la grasa o el aceite de coco, obtenido de prensar la pulpa de esta fruta, con casi un 94% de su composición en forma de ácidos grasos saturados y con múltiples propiedades para la salud.
A priori puede resultarnos hasta contradictorio que una grasa saturada sea beneficiosa. Pero cada vez son más los estudios que demuestran que los ácidos grasos saturados, consumidos en un contexto de dieta saludable no son contraproducentes (como la grasa láctea), la realmente negativa en términos de salud es la grasa "trans" o hidrogenada, empleada por la industria alimentaria bajo el nombre de "aceites vegetales" disfrazándolos de inofensivos.
La grasa de coco virgen aun siendo vegetal, no ha sufrido alteraciones de su composición química por el ser humano, es sólida a temperaturas por debajo de los 26º. Consumida con moderación podría ser una estupenda alternativa a otras grasas sólidas menos saludables, como la mantequilla, para elaborar repostería casera. Entre sus beneficios, encontramos su capacidad antivírica y antimicrobiana; un punto de humo elevado, y el hecho de poseer ácidos grasos de cadena media (AGCM).
Los AGCM se absorben de forma rápida y eficiente por la pared intestinal, de forma que en personas con digestiones complicadas o en determinadas enfermedades inflamatorias intestinales pueden resultar muy útiles y una fuente de energía bastante inmediata, interesante también en situaciones de pre-entrenamiento.
Como se ha mencionado, el punto de humo es elevado, esto quiere decir que soporta temperaturas muy elevadas hasta que comienza a descomponerse.
Ahora bien, no debemos perder de vista que nuestro apreciadísimo aceite de oliva, en concreto, el virgen extra (AOVE) ha evidenciado muchos beneficios a nivel de prevención y mejora de la salud de quienes lo consumen, más que demostrado en numerosos estudios como el PREDIMED, cuando se consume en crudo o sin reutilizarse ni someterse a temperaturas excesivamente elevadas (¡ojito con las frituras!)
Y es que, una dieta mediterránea bien llevada, es garantía de salud cardiovascular, entendiendo que la dieta mediterránea es un modo de vida, que incluye el descanso, la práctica de la actividad física, los guisos, las legumbres, escaso consumo de carnes rojas; abundante de frutos secos, frutas, verduras y por supuesto, aceite de oliva, junto con carnes magras, pescados y lácteos con moderación, siendo éstos últimos preferiblemente fermentados (como los yogures).
Es por ello, que el aceite de coco no debe ser sustitutivo del de oliva, pero si una alternativa más de grasa con potenciales beneficios y con preferencia de uso con respecto de otras sólidas, o para cocinados que requieran temperaturas más elevadas.
Así mismo, si vamos a utilizarlo, es importante, al igual que nos importa la calidad del aceite de oliva, escoger aceites de coco vírgenes, prensados en frío. Y no perder de vista, que, aunque no se relacione con la patología cardiovascular, y los últimos estudios reflejen cada vez un mayor número de beneficios, no se recomienda un consumo elevado de grasas saturadas en el contexto de una dieta saludable.
Prioricemos siempre las grasas procedentes del aceite de oliva, los frutos secos, el aguacate o los pescados azules, alimentos ricos en grasas poliinsaturadas. La grasa buena es más que necesaria; ¡tus hormonas, tu salud, y tu estado anímico te lo agradecerán!